Los seres humanos creamos la realidad y el mundo con el que nos relacionamos en función de las distinciones de nuestro sistema nervioso. Esto supone una limitación importante, pues sólo podemos ver aquello que nuestra biología, nuestra estructura, nos permite ver y en cada distinción que hacemos, “traemos un mundo a la mano” como diría Humberto Maturana.
En el fenómeno del conocer, se extrae algo de afuera, se funda como objeto al nombrarlo y se descubre como algo visible para todos. Con el nombre se distingue, aparece en el mundo y sólo a través de la fantástica posibilidad de coordinación que permite el lenguaje, podemos operar con este objeto como si en verdad existiera. La manera de conocer y construir el mundo se va estructurando recursivamente. Empieza como un producto de abstracciones y pautas, que llevan a determinadas distinciones. Con el tiempo, estas distinciones influirán sobre las abstracciones que se infieren de la experiencia, para otra vez influir en nuevas distinciones. En síntesis, realizamos distinciones para poder observar y luego descripciones para contar lo distinguido, ratificándose así las distinciones.
Más sobre la Construcción de la Realidad
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