Normalmente el desarrollo y progreso de las ciencias permanece transparente para la mayoría de las personas hasta que estos adelantos se plasman en tecnologías o técnicas que finalmente llegan a los hogares en forma de artefactos o tecnologías de uso masivo. Pero el conocimiento científico también se relaciona con la creación de modelos y teorías que permiten avanzar en la comprensión de nuestro universo (como la teoría de la relatividad) y de nuestra propia naturaleza humana (como la teoría de la evolución o el psicoanálisis). Las consecuencias de estas investigaciones, suelen permanecer ajenas para la mayoría de nosotros hasta que generan verdaderas revoluciones en la manera en que comprendemos la realidad. Comúnmente estos cambios suelen tardar años hasta que la nueva evidencia hace caer en la obsolescencia algunas de nuestras viejas ideas.
El notable desarrollo de los estudios neurocientíficos durante los últimos quince años, es un buen ejemplo de lo que acabamos de describir. Sustentado en adelantos científicos que han permitido mejorar las técnicas de neuroimagen y exploración cerebral, los conocimientos que se producen en relación a las ciencias del cerebro empiezan a mostrar sus efectos. La diferencia es que en la actualidad, gracias a Internet y otros factores en los que no profundizaremos, el conocimiento científico tarda mucho menos en llegar a las personas corrientes, por lo que cada vez es menos “transparente” para todos nosotros. Lo que se aprende en los laboratorios y centros de investigación no tarda ahora demasiado en convertirse en conocimiento manejable y aplicable en diferentes ámbitos de nuestra vida cotidiana.