Para muchos analistas, la capacidad de cambiar y adaptarse a un entorno impredecible será uno de los factores claves para que las organizaciones puedan sobrevivir en las próximas décadas. En realidad esto no supone nada demasiado nuevo, puesto que a lo largo de la historia la naturaleza ha premiado con la supervivencia a aquellos seres dotados de capacidades de cambiarse y cambiar su medio, en vistas a lograr condiciones más favorecedoras y menos amenzantes.
Ahora bien, en la práctica el "cambio" es algo que nos cuesta un poco a todos. Hay estudios, por ejemplo, que demuestran lo difícil que es lograr que las personas cambiemos la primera impresión que nos hacemos de algo. Los seres humanos somos amantes de la repetición, incluso de la rutina. Esto, que probablemente apunta a un ahorro de recursos cognitivos, es un lastre que debemos cargar para las situaciones que exigen nuevos y diferentes enfoques.
¿Cómo lograr armonizar esta necesidad de cambio en las organizaciones y las resistencias que genera este fenómeno?
A pesar de lo que hemos dicho anteriormente, en realidad el cambio está profundamente ligado a nuestra vida. Hay muchas explicaciones y ejemplos que podrían usarse para explicar esto pero bastaría que pensemos en el fenómeno de la
homeostasis. En este proceso nuestro organismo mantiene en equilibrio todas nuestras variables fisiológicas (temperatura, presión) a pesar de las constantes variaciones en el ambiente. Nuestra biología debe ser necesariamente dinámica para que sus parámetros internos se mantengan constantes en un ambiente inestable por definición. Se trata de cambiar para no cambiar demasiado.
En la misma línea, el cerebro trabaja como una maquinaria que está permanentemente generando un producto estable (la consciencia por ejemplo) dentro de un contexto de alteraciones constantes. La paradoja de esto es que la única forma de permanecer estable dentro de un entorno inestable, es cambiando constantemente para restituir el equilibrio a partir de las nuevas condiciones que se dan a cada segundo.
El desafío de las organizaciones no difiere mucho de esto. Deben mantenerse estables e idealmente crecer y desarrollarse en un entorno que es tremendamente inestable. Y lo que es peor, que cada vez cambia más rápido. ¿Cuál es la solución para esto? El mismo cambio, es decir, aprender y adquirir las estategias y habilidades para ser una organización ligera, que se mueve y cambia de acuerdo a las contigencias que van ocurriendo en su entorno.
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